lunes, 19 de mayo de 2008

La Religión Y La Educación.

La Iglesia:Durante la Colonia estaba fuertemente vinculada al Estado en virtud del Derecho de Patronato por el cual los reyes protegían a la Iglesia, a la vez que ejercían sobre ella algunos derechos como el de proponer autoridades eclesiásticas. Otras regalías del estado en el siglo XVIII eran el exequator o pase regio por el cual se autorizaba el paso de Bulas y otros documentos papales hacia América y, el “recurso de fuerza” por el cual los eclesiásticos podían recurrir a la justicia ordinaria en contra de las disposiciones emanadas de los jueces eclesiásticos. Por su parte el rey proporcionaba los fondos para todos los gastos de la Iglesia, para lo cual contaba con el Diezmo. La Iglesia en Chile se organizaba a base de dos diócesis, la de Santiago y la de Concepción.Desde los primeros años de la Conquista se contó con diversas órdenes religiosas que se dedicaron a la predicación y a la educación. A los mercedarios que acompañaban a Valdivia siguieron los franciscanos, dominicanos, jesuitas y agustinos. Los jesuitas sobresalieron por la preparación de sus miembros, la práctica de las virtudes cristianas y su riqueza. Su labor civilizadora fue notable, del mismo modo destacó su acción misionera y de defensa del indígena (el padre Luis de Valdivia se esforzó por aplicar el sistema de guerra defensiva y el padre Diego de Rosales por obtener el término de la esclavitud decretada para los indios en pie de guerra en 1608).En 1767 el gobierno español los expulsó de todos los dominios de la monarquía y en la misma época fueron expulsados de los otros reinos católicos de Europa. Explican esta medida, diversas circunstancias tales como la influencia antirreligiosa y racionalista de origen francés, las rivalidades de otras órdenes religiosas con la Compañía y el deseo del absolutismo de extirpar las doctrinas sobre el origen de la soberanía y la limitación del poder que enseñaban los autores jesuitas, lo que unido a su enorme influencia a través de la educación los hacía peligrosos. Como consecuencia de su expulsión se cerraron sus establecimientos educacionales, entre ellos el Convictorio de San Francisco Javier, el principal de Santiago, que atendía a las familias más pudientes. Por otra parte, perdió la Iglesia a un grupo importante de sacerdotes escogidos y se produjo una gran alteración económica al perderse por parte de la Compañía, la administración de sus tierras y las industrias derivadas de la explotación agropecuaria.La Educación:En los primeros tiempos de la colonización, los Cabildos se responsabilizaron por la enseñanza velando por la idoneidad y el buen nivel de los estudios. Algunos conventos mantuvieron también enseñanza, primaria y escuelas de gramática. Los jesuitas, como se señaló, regentaron el Convictorio San Francisco Javier donde también se impartió educación superior el que, luego de ser expulsada la Compañía, pasó a ser mantenido por el Estado con el nombre de Convictorio Carolino. El clero dio siempre origen a importantes establecimientos educacionales y se crearon además seminarios en Santiago y Concepción.Los estudios superiores contaron con dos “Universidades Pontificias”, las que por especial concesión podían conferir grados de doctor en teología, una era de los frailes dominicos y otra de los jesuitas. Gracias a las gestiones del Cabildo de Santiago se obtuvo en 1738 la dictación de la Real Cédula de fundación de la Real Universidad de San Felipe que comenzó a funcionar en 1747 y que podía otorgar los grados de bachiller y doctor. Se enseñó en ella derecho, teología, filosofía, matemática y medicina. De carácter técnico y a fin de formar personas aptas para las labores productivas, gracias a la iniciativa de don Manuel de Salas se abrió en Santiago, la Academia de San Luis en 1779. En ella se enseñaba, entre otros ramos, geometría, aritmética, dibujo y química.La Literatura:En las primeras letras del siglo XVI aparecen las cartas de Pedro de Valdivia; las crónicas de Pedro Mariño de Lobera y Jerónimo de Bibar; la “Historia de Chile” de Alonso de Góngora y Marmolejo, “La Araucana”, poema épico escrito por Alonso de Ercilla, y el “Arauco Domado” de Pedro de Oña. Durante el siglo XVII, la literatura gira en torno a los sucesos de Arauco. El género predominante es la crónica. Francisco de Pineda y Bacuñan escribe “Cautiverio feliz y Razón Individual de las Guerras Dilatadas del Reino de Chile” (1660). En 1670 el jesuita Diego de Rosales puso término a su “Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano”. Otro jesuita, Alonso de Ovalle, escribió en Roma su “Histórica Relación del Reino de Chile” y el español Alonso González de Nájera “Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile”. En el siglo XVIII, la literatura se destaca por entregar descripciones histórico-geográficas de Chile. Fueron jesuitas los que más destacaron en este campo, escribiendo en el exilio famosas obras. Cabe destacar al abate Ignacio Molina con “Compendio de la Historia Natural de Chile” y Manuel Lacunza, jesuita y teólogo chileno, quién sobresale con su obra “Venida del Mesías en Gloria y Majestad”.

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